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¿Qué lo haría realmente feliz?

¿Qué lo haría realmente feliz?

1.- Lectura Bíblica: Filipenses 4:10-14

2.- Versículos para memorizar:

“Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco.” (Filipenses 4:12. NTV)

3.- Reflexión en la Palabra de Dios:

¿Se ha pregunta alguna vez qué lo haría feliz? Juan considera que vivir soltero. A los diez años de compartir la vida en pareja, siente que llegó al límite. “Es que Juan a veces es huraño e intolerante”, se queja.

Laura piensa que vivir al lado de un esposo amable, amoroso, tierno y comprensivo. Nicole, la hija adolescente de esta pareja, cree que sería feliz si tuviera la última versión de juegos electrónicos.

Ah, pero si usted le pregunta a Roberto, el vecino, le dirá que ganarse la Lotería lo haría feliz. Susana, su esposa, comparte esta opinión: “Podríamos viajar por todo el mundo. Realmente seríamos felices”.

Su hijo Eduardo sueña al igual que sus padres: “Podría tener una moto nueva. ¡Eso sí que me haría feliz!”.

Pero sin duda se sorprenderá al comprobar que — de acuerdo con recientes estudios — no es la fortuna ni un matrimonio armonioso lo que necesariamente brinda felicidad. Tampoco un auto nuevo o quizá el último vestido que vió en el centro comercial. Los estudiosos coinciden en asegurar que la felicidad es un estado mental y usted y yo somos quienes decidimos si somos infelices o realmente estamos disfrutando la vida.

Es cierto, millares de personas sueñan con ganarse la lotería para tener la felicidad completa. En 1978, un estudio concluyó que el nivel de felicidad de estos afortunados aumentaba en un principio pero luego de unos meses regresaba a sus niveles habituales. En términos generales, los ganadores no eran más felices ni más optimistas que sus vecinos.

Algo más: Los nuevos millonarios por la lotería ni siquiera superaban en felicidad a personas parapléjicas.

Historias como la de Jack Whitaker, quien en 2002 se ganó 315 millones de dólares, alimentaron esa idea. Lo primero que hizo fue donar 14 millones para la realización de obras de beneficencia pero luego la suerte le dio la espalda: le robaron un maletín con medio millón de dólares frente a un club nocturno; los ladrones se metieron en varias ocasiones a su casa y su oficina; fue arrestado por conducir embriagado y su nieta murió en circunstancias extrañas. Cinco años después estaba totalmente arruinado.

Un estudio reciente desarrollados en los Estados Unidos concluyó que el 1 por ciento de los ganadores de lotería estaba quebrado al cabo de un año, un porcentaje mucho más alto que el del resto de la población.

¿Qué es lo que realmente nos hace felices? En primer lugar, redefinir qué es para nosotros la felicidad. Tener un concepto claro es esencial. El segundo elemento es considerar a quienes han sido felices aún en medio de la pobreza.

Una enseñanza de sus vidas es que el dinero no hace la felicidad y que aquello que nos torna felices, son los pequeños instantes, las vivencias que enriquecen nuestra cotidianidad, que realmente no tienen precio.

El apóstol Pablo, quien vivió en medio de tremendas privaciones, sufrimiento y persecuciones, escribió: “¡Cuánto alabo al Señor de que hayan vuelto a preocuparse por mí! Sé que siempre se han preocupado por mí, pero no tenían la oportunidad de ayudarme. No es que haya pasado necesidad alguna vez, porque he aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé vivir con casi nada o con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas. De todos modos, han hecho bien al compartir conmigo en la dificultad por la que ahora atravieso.” (Filipenses 4:10-14. NTV)

Ahora le invito a trasladarse hasta el álbum de sus recuerdos. ¿Le hizo feliz el día que conoció a su cónyuge? ¿Recuerda ese momento? Ahora: ¿Le hizo feliz el día en que escuchó a su hijo decir “Papá” o “Mamá”?

¿Podría recordar una escena de algo o alguien que le hicieron feliz? Si es así, pregúntese: ¿Cuánto costó conocer a la persona amada, ver pronunciar a su bebé las primeras palabras o quizá un gesto afectuoso de reconocimiento? Ni un solo peso. Las cosas valiosas de nuestra vida, aquellas que nos gratifican, no tienen precio.

Por eso le decía al comienzo que debe redefinir el concepto de felicidad y descubrir qué es lo que realmente enriquece su existencia. Le aseguro que no es el dinero ni la posición social. Es mucho más que eso y no tiene valor…

No podría despedirme sin hacerle una pregunta: ¿Recibió a Jesús como su Señor y Salvador? Hoy es el día para que lo haga. Es una decisión presente que marcará su eternidad. Y además, jamás se arrepentirá porque le ayudará a emprender el proceso de cambio que siempre ha anhelado… Decídase hoy por Jesucristo.

4.- Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:

a.- ¿Ha pensado con detenimiento qué traería felicidad a su vida?

b.- ¿Cree que estar casado o en el actual empleo le roba la felicidad?

c.- ¿Qué anhelaría que cambiara en su entorno para ser realmente feliz?

d.- ¿Qué enseñanza le brindó hoy la lectura del pasaje de Filipenses 4:10-14?

e.- ¿Qué se compromete a cambiar en su vida en esa búsqueda de la felicidad plena?

Publicado en: Devocionales Diarios


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