Finalmente una llamada. Decidieron pedir perdón el uno al otro. El asunto se arregló. Y esas pocas palabras: “Perdóname, me equivoqué”, imprimieron una nueva dinámica al día. Todo cambió. El sol se pintó de alegría y hasta el reloj de pared, en la oficina, parecía entusiasmado mientras el minutero se dejaba perseguir por el [...]